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LA IGLESIA DE LOS SANTOS JUSTO Y PASTOR EN CASTELLANOS DEL CAMPO: EL HUMILDE ROMÁNICO.

 “Ruinas perdidas en campo

que lecho de mar fue antes de hombres,

tus cubos mordieron el polvo, . . .”

Ruinas perdidas en campo . . .  Miguel de Unamuno

En nuestra entrega anterior nos centrábamos en los restos románicos de La Pica. Ese mismo día, y dada su proximidad, visitamos también el despoblado de Castellanos del Campo. Era un día caluroso, pegajoso. A pesar de ello, dirigiéndonos hacia Castellanos, veíamos la niebla pegada a la mole del Moncayo. Todavía quedaban señales inequívocas, en el camino y en los campos, del aguacero reciente y de la riada provocada por el mismo. El olor agradable de un campo húmedo salpicado de encinas nos acompañaba, pero la visión era la de un trigo apedreado o anegado. Estamos ante un espacio bisagra entre el Campo de Gómara y las Tierras Altas, que se adivinan al otro lado de la Sierra del Madero.

Recordemos que para acercarnos al lugar basta con seguir la N-122 hacia Zaragoza y, habiendo cruzado Aldealpozo y el río Rituerto, hay que desviarse a la izquierda siguiendo una señal que anuncia la ruta de los torreones. Allí encontramos lo que queda de Castellanos del Campo. Aunque sus orígenes parecen remontarse a épocas anteriores, esta zona norte del Campo de Gómara, fue conquistada por el rey aragonés Alfonso I, hacia 1119, al igual que la ciudad de Soria y toda la falda del Moncayo. Se constituyó entonces la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, a la que pertenecía Castellanos del Campo. Aunque entonces se repobló, Agustín Rubio Semper, en su publicación “Notas para el estudio de la despoblación en Soria durante la baja Edad Media”, mantiene que en 1496 ya solo quedaban dos vecinos, y que el corregidor de Soria, Cristóbal Salinas, declaraba `derraygado´ el lugar y permitía que todos los sorianos pudieran labrar, pescar o cazar a su antojo en la zona.

Este fenómeno era aprovechado, normalmente, por algún noble que utilizaba esas tierras como si fueran de su propiedad, sin permitir que otros vecinos pudieran utilizarlas. Eso mismo ocurrió en Castellanos del Campo en el siglo XVI; sus riquezas fueron explotadas durante un tiempo por nobles. Si leemos los datos que ofrece Wikipedia, figuran ocho familias hacia mitad del siglo XVI; podrían ser trabajadores de esa nobleza que reutilizó el territorio. Posteriormente fue abandonado para, de nuevo, habitarse en el siglo XVIII. Cuarenta y dos vecinos aparecen en el censo de 1842 cuando era municipio constitucional. Ya en el siglo XIX, se incorporó a Villar del Campo, que con sus poco más de veinticinco habitantes sostiene la municipalidad y pronto, de seguir con esta desprotección de nuestros pueblos, quedará del municipio únicamente el recuerdo de que en su estación de ferrocarril se grabaron algunas escenas de la película de Doctor Zhivago.

Por un camino en muy mal estado, llegamos a la iglesia de los Santos Justo y Pastor, o mejor dicho, a lo que fue esa iglesia; hoy ermita en ruinas, a punto de desaparecer. Su interior está tomado por la hierba, las zarzas y las vigas que un día sostuvieron su techumbre, hoy caídas y destrozadas, especialmente en la zona del coro. Un poco más allá se halla el torreón árabe que emparentó y comunicó, en su tiempo, con los de La Pica, Masegoso, Aldealpozo, e Hinojosa del Campo constituyendo hoy la ruta de los torreones. Los diferentes momentos de su poblamiento fueron el motivo por el cual la iglesia tiene una nave románica y una cabecera barroca. La sacristía, de grandes dimensiones, está ocupada por un gran rosal silvestre y la espadaña tiene, sorprendentemente, sus dos troneras cegadas. 

La iglesia de los Santos Justo y Pastor se encuentra al sur del despoblado; un poco apartada de lo que fue el caserío, con orientación suroeste-noreste. Podemos aventurar que tiene dos periodos constructivos, como apuntábamos anteriormente; el más antiguo medieval, románico, y uno más moderno, del siglo XVIII, barroco. La iglesia nos marca el devenir del despoblado.  La primitiva iglesia medieval contó con una nave cubierta con entramado de madera a dos aguas y, casi con toda seguridad, una cabecera con tramo recto del presbiterio y un ábside semicircular, toda ella abovedada. Cuando el lugar se volvió a repoblar en el siglo XVIII, la cabecera románica se sustituyó por una capilla cuadrada, cubierta con cúpula sobre pechinas, recreciéndose la espadaña en sillería y modificándose la portada.

El románico de Castellanos del Campo es el más humilde de los conservados en la provincia de Soria. La nave románica mantiene los muros románicos de mampostería, abriéndose, en el lado meridional, la portada, que parece obra posterior, con arco de medio punto de gran dovelaje. Esta nave contó hacia el sur con dos pequeñas aspilleras que iluminaban su interior. Todo el perímetro de la nave se remata con una cornisa simple de buena sillería, soportada por canecillos de nacela. La cornisa del muro norte sufrió un expolio en marzo de 2015, cuando robaron unos ocho metros lineales de la cornisa, aunque dejaron allí los canecillos, tal vez para otra ocasión en que la demanda fuera más precisa. La portada abierta en el muro sur es de arco de medio punto de grandes dovelas, que apoyan sobre una imposta simple de nacela. En una de las dovelas todavía se conserva una sencilla marca de cantero.

El interior es un puzle de vigas, tejas y piedras, que dificultan la entrada y la visión de lo que fue la nave. Hacia poniente, tuvo un coro elevado de madera, que según informa Alberto Arribas, estaba “… protegido con una interesante balaustrada de madera con barrotes tallados con formas geométricas y pétalos radiales e intercolumnios elaborados con cuarterones de madera …”. Nada de aquello ha llegado hasta nuestros días. Allí estuvo el baptisterio, también cerrado con una verja de madera, que, en tiempos medievales, acogió la pila románica, que hoy se encuentra en la iglesia parroquial de Nuestras Señora de las Mercedes de Villar del Campo. La pila bautismal, como el inmueble, es una obra del siglo XIII decorada con grandes arcos de medio punto entrecruzados que se combinan con semiesferas y cabecitas enigmáticas.

Interior de la nave en 2007. Fotografía de Alberto Arribas

A los pies de la ermita se encuentra el cementerio que nadie cuida, con buenos muros de mampostería que guardan los restos de los últimos pobladores, a los que nadie recuerda.

Ladera arriba del despoblado, siguiendo un sendero en dirección norte, nos encontramos con una buena fuente de época medieval, con bóveda de cañón y arco de medio punto, que genera un espacio bucólico. Subiendo en su búsqueda nos acompaña el amable sonido del agua corriendo por el barranco. En el interior del despoblado también encontramos un pozo, ahora seco, construido con buenos sillares, cuyo brocal ha sido saqueado en los últimos lustros. Junto con el torreón y la ermita, unas casas y majadas abandonadas completan lo que fue Castellanos del Campo.

Por una fotografía de Alberto Arribas sabemos que el solado estuvo ocupado por unas gradas con un enrejado de madera, que en su día acogieron los restos de los moradores de Castellanos del Campo, y que hoy duerme bajo un cúmulo de escombros.

Los muros del interior de la nave todavía conservan parte de un pincelado de falso despiece de color negro, visto en otros muchos inmuebles románicos sorianos, cubiertos, en su día, con una capa de yeso, hoy desprendida. Sobre la puerta, al interior, se alza un gran arco de medio punto en cuyo tímpano todavía podemos ver restos de pinturas murales, mientras que el dintel de madera todavía conserva las dos gorroneras sobre las que giraba la puerta de dos hojas.

Ya dijimos que la cabecera se reformó en el siglo XVIII, con un gran arco de gloria de medio punto, con dovelaje de sillarejo, que se cubrió con una capa de yeso. Esta se cubre con una cúpula de media esfera sobre pechinas, con tejado a cuatro aguas. La cúpula y el intradós del arco triunfal se decoran interiormente con molduras de yeso o escayola; mientras que las pechinas lo hacen con unos óvalos sin decoración. Para consolidar esta cabecera, en el exterior, se levantó un contrafuerte en la esquina suroeste, que los expoliadores han empezado a saquear. En el lado del Evangelio se abrió una puerta adintelada que daba acceso a la sacristía, ahora, también, sin techumbre. La cabecera se iluminaba con una ventana en el muro meridional con arco rebajado monolítico en el que a duras penas podemos leer: “HÍZOSE SIENDO CURA DON FRANCISCO GAMARRA? …”.

El siglo XXI le ha sentado mal a esta ermita de los Santos Justo y Pastor. Así desde el año 2000 su deterioro ha ido en aumento y parece que, si nadie lo remedia, su final está cercano. ¿Nos lo podemos permitir?

Este es otro caso del románico sin techo en la provincia de Soria, que tenemos la obligación de consolidar y conservar para que las futuras generaciones puedan disfrutar de sus ruinas.

BIBLIOGRAFÍA:

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Web “Despoblados de Soria” Asociación de Amigos del Museo Numantino

https://despoblados.amigosdelmuseonumantino.es/despoblado-de-soria/castellanos-del-campo/ (Consultada el 14 de noviembre de 2023)

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