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LA PORTADA ROMÁNICA DE LA IGLESIA DE SANTA MARÍA DE MURIEL VIEJO.

[…] el Seiscientos atravesó Muriel de la Fuente, con su elegante casa consistorial
con reloj y nos llevó hasta Muriel Viejo, en el que nos detuvimos
y ascendimos paseando con calma hasta su cementerio, que
preside el pueblo y al que se accede por una portada
románica de procedencia desconocida”.
Soria en Seiscientos. Javier Martínez Romera

 
Hoy nuestro objetivo es humilde: una portada románica, y no entera, en Muriel Viejo. También el día se muestra humilde y extraño: ni llueve con ganas ni deja de hacerlo, ni hace frío ni podemos olvidarnos de nuestra ropa de abrigo.
La N-234 en dirección a Burgos nos conduce hacia allí. Cuando llegamos a la espectacular ermita de la Blanca, hemos de tomar un desvío a la izquierda que, al poco, nos llevará hasta Muriel Viejo. La ermita de la Blanca agrupa a la concordia formada por Cabrejas del Pinar, Cubilla, Talveila, Muriel Viejo y el despoblado de Cubillos.
No vemos a nadie al llegar al pueblo y nos llama la atención la plaza, al lado de la iglesia parroquial, adornada en su suelo por un cielo azul y sus constelaciones. A su lado un jardincito presidido por un precioso abeto y delimitado por cuatro plataneros podados, y temerosos de asomar su nuevo ramaje por si una tardía helada los priva de su hermoso verdor primaveral.
Sin darse uno cuenta, al entrar en Muriel Viejo se introduce el visitante en un paisaje exuberante propio de la comarca de Pinares: pinos, abedules, robles, narcisos y otros seres vegetales rodean al municipio.
Porque es Muriel Viejo municipio desde la caída del Antiguo Régimen en el siglo XIX y siempre contó con una población superior a la que hoy recorre sus calles. Más de cien habitantes lo habitaron a mediados del siglo XIX, y puede que más de doscientos al final de este. Hoy duermen algo más de cincuenta, ayudado ese número por los que pernoctan en el coqueto hotel del pueblo.
Subimos al cementerio por una empinada cuesta, que, antiguamente, estaba inundada por piedras que dificultaban enormemente su acceso. Piedras que, seguramente, habrían formado parte de una antigua iglesia románica allí ubicada, de hecho a ese espacio se le conocía como la “iglesia vieja”. De ella hoy solo queda su puerta de entrada, que se usa como uno de los accesos al cementerio, así como posibles restos de algunos de sus muros. Al lado de este, en un casillo, sobre el fondo negro de sus paredes, unas grandes letras azules y blancas conforman las palabras “El Kaos”; es la peña infantil de fiestas. Pero en este paraje el caos no se aprecia. El paisaje es tranquilizador, el pueblo ordenado y limpio, y hasta el cementerio, extrañamente con el nombre de San Atanasio de Alejandría, está impregnado de este orden: en un lado las tumbas excavadas en la tierra y los mausoleos, en el otro los nichos modernos, y en el centro, separando los dos ámbitos, un porche, que, en su día, pudo ser una capillita.
La vieja iglesia estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora de Santa María y hasta allá se dirigían los feligreses por un camino empinado, muy distinto del que observamos ahora. Por el Libro de Fábrica del siglo XVI, sabemos que en 1542 la iglesia estaba en una situación ruinosa y encargan repararla con buena madera “de fusta”, suprimiendo otras obras ya programadas. Gracias a las investigaciones de Herminda Cubilla, que en 2006 pudo consultar el Libro de Fábrica 315/7, conocemos la notificación de 1796 por la que se insta a la construcción de una nueva parroquial: “ […] Y con ello redimir la penalidad que se produce al concurrir el pueblo a su actual iglesia por lo penoso e incómodo del terreno en tiempos de nieve y lluvias”. Será esta circunstancia la que determine que se dote a Muriel Viejo de una nueva iglesia en 1797 y que su maestro constructor sea D. Cipriano Antonio de Miguel, quien por esos mismos años estaba levantando la ermita de la Blanca en Cabrejas del Pinar.
Así fue como la parroquial de Santa María pasará a cumplir exclusivamente la función cementerial y, poco a poco, a abrirse al cielo, desperdigando su patrimonio. De su pasado medieval pervive la portada, muy maltratada por el paso de la historia y las inclemencias del tiempo, así como algunos restos de la caja de sus muros.
Si nos atenemos a la posición de la portada, la orientación de la iglesia de Nuestra Señora Santa María no fue la canónica, pues la puerta está orientada al noroeste, mirando al pueblo, no pudiendo determinar si la portada se trasladó de posición. Cuenta esta portada con un arco de ingreso liso y dos arquivoltas, la primera lisa y la más exterior decorada con un fino bocel. Sobre ellas una chambrana de sencilla nacela protegía el conjunto. Reposan las arquivoltas sobre una imposta de nacela decorada con bolas o piñas, que a duras penas podemos distinguir. Por debajo de esta destacan dos parejas de columnas acodilladas con sus correspondientes capiteles, si bien la exterior del lado izquierdo está formada por un tubo de fibrocemento. El capitel exterior de la derecha, muy deteriorado, se decora con hojas muy estilizadas, muy parecido al que vemos en la ventanita occidental de la ermita de nuestra Señora del Valle de Muriel de la Fuente. Le sigue el decorado con dos arpías atrapadas por un tallo que rodea sus cuellos. En el lado izquierdo vemos al exterior un capitel de cemento, que intenta imitar el del lado derecho, mientras que el interior representa un rostro con melena sobre dos grandes hojas, que ha sido muy maltratado por la acción antrópica. Toda la portada merece una protección, retirada de cemento gris y reposición de una columna y su capitel, consolidación del capitel exterior derecho, etc. Al interior del cementerio todavía podemos distinguir parte de los muros perimetrales de la antigua parroquia, que pudo tener una cabecera rectangular.
Al volver al pueblo nos encontramos en la puerta de su vivienda con Carlos González que, casualmente, tiene llaves de la iglesia parroquial y que amablemente nos facilita la entrada. Está consagrada a la Asunción. Se trata de una nave larga y estrecha, casi un tubo, con techumbre a dos aguas de madera de pino muy bien conservada. Un gran arco de medio punto da paso al presbiterio. El interior de la iglesia es un auténtico museo con obras de cierto valor, pues casi con toda seguridad hasta ella llegaron obras procedentes de la antigua iglesia de Santa María, así como otros restos de la antigua ermita de San Vicente, que desde su pico homónimo custodiaba el valle del río de Muriel Viejo, subsidiario del Abión. Precisamente del yacimiento arqueológico de San Vicente llegó la bella estela medieval que se expone en el muro occidental de la iglesia. Se trata de una estela que conserva la casi totalidad de su disco, con decoración discoidal rodeado de un círculo segmentado. Por debajo conserva sus dos hombros y hacia el cuerpo está decorada con una retícula romboidal.
La devoción a San Roque, San Antón y San Sebastián se ve en los retablos y en las tablas que se encuentran a ambos lados de la cabecera. El retablo mayor dedicado a la Asunción de Nuestra Señora es barroco, pero conserva las tablas del banco y de sus calles y ático del anterior retablo de la iglesia de Santa María, tablas renacentistas a las que el nuevo retablo se adaptará. En lo alto del retablo encima de sus dos calles nos encontramos con dos tallas góticas, una Virgen con el Niño y otra de un San Juan melancólico, esta, sin duda, formó parte de una Deesis, pudiendo hacer pareja con la talla de la Virgen que un día, mediado el siglo XX, y ya sin policromía, salió del cementerio subida a lomos de una Vespa.














El retablo que se encuentra en el lado de la Epístola se caracteriza por presentar un tercio renacentista y dos tercios barrocos; además, en su interior, vemos una pila bautismal de increíble austeridad, dos benditeras de posible ascendencia romana, pendones, el retablo del Santo Cristo, un cuadro reciente de una Santa Faz, etc.
Completamos la visita con un paseo por la localidad en la que nos encontramos con su alargado abrevadero alimentado por dos chorros de agua; un cuidado lavadero, lugar donde se celebra cada verano el Festival de “Poesía junto al Río”; carteles con poemas colgados de las paredes y un coqueto hotel: El cielo de Muriel, donde pudimos disfrutar de un buen café y nos preguntamos cómo es posible que ese negocio funcione en un lugar tan despoblado. La respuesta es la imaginación: la caza, el senderismo, la micología, los “baños de bosque”; una inmersión en la naturaleza para aliviar el alma, o el starlight, un lugar con excelentes cualidades para contemplar el cielo. Y es que como podemos leer en una de las paredes del hotel: “Las estrellas no pueden brillar sin oscuridad”.
BIBLIOGRAFÍA
- ARCHIVO DIOCESANO OSMA-SORIA
           - Libro de Fábrica de Nuestra Señora de la Asunción. (1524-1630) Ref. 315.4
           - Libro de Fábrica de Nuestra Señora de la Asunción. Ref. 315.7
- Blasco Jiménez, M. (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Cuar. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.
- Herbosa, V. (1999): El románico en Soria. Ediciones Lancia. León.
- Huerta Huerta, P. L. (2002): Muriel Viejo. Cementerio municipal, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. I. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, pp. 693
- Izquierdo Bertiz, J. Mª. (1986) El románico en la provincia de Soria. Soria.
- Loperráez Corvalán, J. (1788): Descripción histórica del Obispado de Osma. Imprenta Real. Madrid.
- Martínez Díez, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional.
- Madoz, P. (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993

 
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