SAN PEDRO APÓSTOL DE PAONES, EL RENACER DE UNA RUINA
“Paones -que se corresponde con el “Peones”, citado en el “Cantar del
Mío Cid”- es hoy una aldea que lucha con todas sus fuerzas
por evitar su total abandono. El núcleo, a 1.013 metros
de altitud, conserva, aunque en avanzado estado de
ruina, su iglesia románica de San Pedro, …”
El Sur de Soria. Jesús Ávila Granados
Este artículo sobre Paones constituye la última entrega de la serie de iglesias románicas que el equipo de “Románico sin techo” visitó el día 7 de febrero y que se completaba con Brías y Mosarejos.
Acompañados por el frío intenso de aquel día, y sobre el que en anteriores entregas ya dimos cuenta, llegamos a Paones por el trayecto ya conocido por los seguidores de esta sección. Esta localidad está situada al sur de Berlanga de Duero y cercana al Arroyo de la Hoz de Peña Miguel o Valpierde que, hacia el noroeste, en la zona del Pontón, forma una pequeña hoz antes de entregar sus aguas al río Talegones. Si seguimos a Wikipedia, su origen estaría en una granja de pavos, y de ahí se deslizaría su nombre a Pavones y luego a Paones. Durante la Edad Media formó parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Berlanga y en el siglo XVIII estaba incluido en el señorío de la marquesa de Berlanga. También Paones fue municipio en el siglo XIX. Cuando el Antiguo Régimen se deshizo, ya en 1842, contaba con 164 vecinos. En el siglo XIX se incorporó a Ciruela y en el XX, ambos, Ciruela y Paones terminaron siendo parte del municipio de Berlanga.
A nadie vimos en este pueblo, ningún ser humano. Varios gatos, para los que habían rellenado generosamente sus comederos, muy habituados a la presencia humana, pues nada les inquietaba la nuestra, fue el único rastro de vida animal en el lugar. No podemos deducir de ello que el pueblo esté acabado, ni mucho menos. Es otro claro ejemplo de tozudez rural y de resistencia frente a la despoblación. Hay viviendas nuevas, un almacén que se está construyendo, casas muy arregladas, un pueblo limpio, adecentado; es decir, un pueblo en el que la vida sigue, tal vez de forma intermitente, en esa intermitencia con la que frecuentan sus calles pobladores de los fines de semana, vacaciones, verano, fiestas, etc., pero al fin, existencia. En un breve
recorrido por sus callejuelas resultan curiosos los es-
grafiados conservados en algunas viviendas. En una de ellas vemos animales, una caza del zorro, aves, la paloma con la rama de olivo en el pico, pero también hay corazones, árboles, tréboles, alguna roseta, un sol, una gran “P”, presidido todo ello por la leyenda “VIVA Mi Amo”.
Antes de la rehabilitación y consolidación de las ruinas de la iglesia de San Pedro Apóstol, la sensación que experimentaba el viajero cuando se acercaba al lugar era de peligro, pues el edificio era una ruina a punto de colapsar. Desde 2018, la sensación es distinta ya que se ha recuperado parte del antiguo inmueble.
A lo largo de sus más de 800 años de vida, la parroquial sufrió muchas reformas y ampliaciones, dejando casi irreconocible la primitiva obra románica. En 2020 el investigador e historiador Josemi Lorenzo Arribas y las arquitectas Laura López González e Inés Santaolalla Crespo dejaron escrita la historia y las distintas vicisitudes por las que pasó la iglesia a lo largo de la historia en su artículo: “La Iglesia de San Pedro en Paones, Soria. Otra “nueva” galería porticada románica, y evolución constructiva”. Creemos que es el estudio más completo que se ha publicado sobre esta joya y su galería porticada.
A principios del siglo XX Juan Cabre Aguiló en su Catálogo monumental de la provincia de Soria describió brevemente la iglesia: ”Solo se conserva de la planta primitiva, románica, íntegro, el ábside, la torre en forma de espadaña y la portada lisa; los capiteles de esa los vi rodando por el atrio. Véase las dos fotografías de la presente lámina”. Ya en los años treinta Juan Antonio Gaya Nuño realizó un estudio más completo de esta iglesia, poniendo el ábside de Paones en relación con el de la iglesia de La Trinidad de Atienza, describiendo además un capitel reticulado que sirve de poyo y una pila de agua bendita “de cuádruple fuste torso encapitelado, de muy buen estilo y conservación”.
Por el libro “Paones. Historia, usos y costumbre” del profesor Rafael López García, sabemos que, a lo largo de la década de los 70 del pasado siglo, la iglesia se abandonó por peligro de derrumbe, celebrándose los actos religiosos, desde entonces, en la ermita de la Virgen del Parral. Fue por entonces cuando un derrumbe en el lado occidental de lo que había sido el pórtico dejó al descubierto varias columnas y capiteles, que junto con otras piezas se depositaron en la Colegiata de Nuestra Señora del Mercado de Berlanga de Duero. En los años ochenta se retiraron parte de las tejas de la cubierta, acelerándose así la ruina. Los vecinos, con buen criterio y cuando el inmueble ya no contaba con puerta, sacaron la pila bautismal románica y la depositaron en la plaza del Olmo donde se utilizaría como gran macetero en un intento de denunciar el estado de abandono en que se encontraba la antigua iglesia.
Los capiteles que vio rodando por el atrio don Juan Cabré aparecieron en un solar de una majada cercana, para posteriormente decorar las jambas de un ventanuco orientado al este.
Hoy, vemos estos restos consolidados por la intervención de la Junta de Castilla y León en 2018-2019 con un proyecto de la arquitecta Laura López González, ejecutado magistralmente por la empresa soriana REHABISORIA. Esta intervención logró salvar de la ruina el inmueble, constituyendo un modelo de lo que se puede hacer en otras tantas iglesias en ruinas.
La iglesia, con orientación este-oeste, tiene una cabecera románica con un ábside levemente ultrasemicircular cubierto con bóveda de horno y un corto presbiterio con bóveda de cañón apuntada. Todo ello en muy buena sillería. Los muros laterales del presbiterio contaron con dos arcos ciegos apuntados; conservándose solo el del lado norte, pues el meridional desapareció al efectuarse el acceso a la sacristía. El arco de gloria, después de una cata arqueológica, fue reconstruido con un encofrado de hormigón ciclópeo, similar al que se ha utilizado en los arcos de acceso a las capillas y en la galería porticada. Casi con toda seguridad, los muros de la nave se reconstruyeron en el siglo XVIII añadiendo dos capillas: la de la Ascensión al norte y la del Rosario al sur. En su origen el templo contó con una galería porticada, quedando integrada el ala oriental en la capilla sur, mientras que la occidental lo haría en una pequeña dependencia.
De este inmueble consolidado destacan como únicos en la provincia: su ábside y la galería románica recuperada. El ábside se dispone sobre un cimiento de mampostería, que soporta un pequeño zócalo de sillería rematado con un bocel, decorado en el extremo sur con un doble escamado y que por diversos motivos quedó inconcluso. En el centro del ábside se dispone una ventanita hacia el interior abocinada y todo el ábside queda dividido en cinco paños gracias a cuatro semicolumnas adosadas. La singularidad de estas semicolumnas reside en que parten de cuatro ménsulas. Estas representan a una posible plañidera, una cabeza de monstruo, una cabeza de buey y otra humana con barba. Las semicolumnas se rematan con capiteles simples, que, junto con los canecillos de nacela, soportan la cornisa, también de nacela.
En 1999 Jaime Nuño en su estudio para la Enciclopedia del Románico de Castilla y León descubría el maltrecho pórtico, si bien ponía en duda su pertenencia al mundo románico. No sería hasta 2009 cuando el arqueólogo César Gonzalo, el arquitecto José Ángel Esteras y el historiador Josemi Lorenzo, que por entonces trabajaban en el Proyecto Cultural Soria Románica, dieran a conocer el descubrimiento de la galería porticada de la iglesia de Paones. Tras realizar una cata en el muro sur de la capilla del Rosario, descubrieron varios arcos de la galería románica embutidos en él. La galería es única en el románico, pues sus arcos de medio punto tienen muy poca luz y se levantaron con un encofrado de cal y canto. Se apoyan en capiteles de muy buena talla. A su vez, las pequeñas columnas, con éntasis, se apoyan sobre fuertes basas.
Las del lado occidental, que se encontraban en la colegiata de Berlanga de Duero, se repusieron en el tramo occidental. En la parte oriental, la galería estaba embebida en el muro de la capilla sur. Al rehundir el muro los cuatro arcos de la galería salieron al exterior, mientras que en el interior se pintaron sobre el revoco de cal y arena. Cuando nos adentramos en la galería entendemos el espacio porticado al haberse utilizado pares de madera a modo de cubierta.
A los pies, también se consolidó la espadaña, adornada con sus dos campanas, una de ellas de las más antiguas de la provincia. Se rehízo el coro con una estructura de madera, bajo el cual la bautismal románica, se protege del cielo abierto.
Para reinterpretar la galería y el coro se utilizó madera con un tratamiento que debería soportar la intemperie. A pesar de ello, cinco años después ya se encuentra un tanto deteriorada. La reconstrucción respeta y diferencia lo antiguo de lo más moderno y, aunque el lugar resulta digno, no tendrá futuro si no se sigue interviniendo. El viajero que llegue a este lugar no se arrepentirá de haber llegado. Paseando entre sus muros puede descubrir pequeños tesoros, alquerques, sirenas, aves de largo cuello, serpientes, monstruos, solados recuperados, una lápida de piedra, suelos cerámicos, cruces de consagración, entrelazos, restos de policromía. . . En fin un lugar para soñar.
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